El Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio de Afganistán ha anunciado la destrucción de 21 mil 328 instrumentos musicales, en un esfuerzo por consolidar su estricta interpretación del Islam, donde la música es considerada un «vicio». Esta medida se enmarca en la campaña radical de los talibanes para erradicar cualquier expresión cultural que contravenga sus preceptos religiosos.
Desde que recuperaron el poder en agosto de 2021, los talibanes han incrementado su represión sobre diversas manifestaciones culturales en el país, recordando al mundo las políticas severas implementadas durante su primer régimen entre 1996 y 2001. Durante esa época, la música fue categóricamente prohibida, y los infractores enfrentaron severas penas, una situación que ahora parece repetirse bajo la nueva administración.
La música en Afganistán: entre la tradición y la prohibición
Los músicos afganos, muchos de ellos herederos de una rica tradición cultural, han sido forzados a entregar sus instrumentos a las autoridades. Entre los instrumentos destruidos se encuentran timbales, guitarras y rababs, todos ellos esenciales en festividades tradicionales como bodas y otros eventos sociales. Esta represión no solo borra las expresiones artísticas del país, sino que también amenaza con romper el tejido cultural que une a las comunidades afganas.
El ataque a la música no es un hecho aislado; forma parte de una ofensiva más amplia contra diversas formas de entretenimiento. Los talibanes también han prohibido el cine, lo que ha resultado en la destrucción de más de 30 mil películas y la suspensión de miles de trabajadores en el sector cinematográfico.
Preocupación internacional por la represión cultural en Afganistán
Estas acciones han encendido alarmas a nivel internacional, ya que se perciben como un ataque directo a los derechos culturales y humanos de los ciudadanos afganos. La comunidad internacional ha expresado su preocupación, considerando que estas medidas no solo violan el derecho a la libre expresión, sino que también representan un esfuerzo sistemático para desmantelar el patrimonio cultural del país.
Organizaciones de derechos humanos y diversos gobiernos han hecho llamados para que se detengan estas prácticas, señalando que la música y otras formas de arte son esenciales para la identidad cultural de cualquier nación. La destrucción de estos elementos no solo es un golpe a los artistas y trabajadores del sector, sino también a la memoria colectiva y la diversidad cultural de Afganistán.
Impacto cultural y social de la represión talibán
El impacto de estas medidas va más allá de la esfera cultural. Para muchos afganos, la música y el cine no solo son formas de entretenimiento, sino también medios de expresión y resistencia frente a la opresión. La destrucción de instrumentos y películas representa, por tanto, un intento por sofocar cualquier forma de disidencia o crítica, imponiendo un control absoluto sobre la vida pública y privada de los ciudadanos.
Con esta represión, los talibanes pretenden no solo eliminar lo que consideran inmoral, sino también reconfigurar la sociedad afgana conforme a su visión extremista del Islam. Este esfuerzo por borrar las huellas culturales y artísticas del país no solo priva a los afganos de su derecho a disfrutar y crear arte, sino que también debilita la capacidad del pueblo para resistir pacíficamente ante la opresión.
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